El caramelo simboliza aquello que anhelamos y codiciamos, una trampa atractiva que puede atraparnos. Es sustancia vital como alimento, pero excesiva cuando se convierte en un capricho goloso, reflejando una sociedad de consumo que nos excita, pero no nos nutre. Se ilustra esta metáfora mostrando el dulce como cebo para mí y para las hormigas en un entorno aséptico, destacando cómo algo aparentemente inofensivo que puede ser una trampa. Así, el caramelo se transforma en un símbolo del deseo y la insatisfacción, una advertencia sobre los excesos que nos seducen sin aportarnos verdadero sustento o equilibrio.



